Si preguntamos a alguién sobre su alimentación, obtendremos seguramente una contestación como esta: "creo que es buena" y es que, en el mundo desarrollado, todos estamos convencidos que nuestra alimentación es buenísima porque nos podemos permitir el comer hasta hartarnos. Confundimos cantidad con calidad y así nos va. Han desaparecido las enfermedades que provocaban las carencias alimenticias y estamos inmersos en las que provoca la sobrealimentación.
Ni siquiera aquellas personas que se cuidan y que intentan comer de acuerdo con unas pautas saludables, lo pueden hacer, a no se que consuman productos ecológicos producidos por ellas o en sitios de cofianza. Ni los productos que comemos son lo que eran, ni la tierra en la que se producen son la misma, y hasta el aire que ha mecido sus hojas está libre de contaminantes.
Y si eso ocurre con los productos salidos de la tierra, ¿Qué podemos decir de los animales que comemos? Engordados artificialmente con hormonas y obligados a vivir en condiciones antinaturales. ¿Cuánto de ese estrés y de esa angustia nos es trasmitida cuando los comemos?
Me ha llegado por email una presentación, que considero muy interesante y no me resisto a compartir en este blog.
No hay comentarios:
Publicar un comentario